4 de junio de 2013

Canción para arrullar a la niña Julia Goytisolo, Blas de Otero

Canción para arrullar a la niña Julia Goytisolo

El viento,
la lluvia,
no rocen los ojos
de Julia.
La brisa,
el chal de la luna,
ondulen la cuna
de Julia.
Tin, ton,
tin, ton...

- Mi joya
(tin),
mi hija
(ton),

...retornada Julia

Blas de Otero

En Obra completa, (1935-1977), Galaxia-Gutemberg, pág. 1060

29 de mayo de 2013

Aunque tú no lo sepas, Luis García Montero

Aunque tú no lo sepas

Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo,
iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos.

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.

Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.

Espiada a la sombra de tu horario
o en la noche de un bar por mi sorpresa.
Así he vivido yo,
como la luz del sueño
que no recuerdas cuando te despiertas.

Luis García Montero, 'Aunque tú no lo sepas' (de su libro Habitaciones separadas)

24 de mayo de 2013

Cipolla y la hipótesis de la abundancia de los estúpidos

Leyes fundamentales de la estupidez humana y consecuencias de nuestras acciones

1) Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.

2) La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independientemente de cualquier otra característica de la misma persona.

3) Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra persona o grupos de personas, sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso un perjuicio.

4) Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se muestra infinitamente como un costísimo error

5) la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.

Colorario: el estúpido es más peligroso que el malvado.

6 de mayo de 2013

León Felipe, Saludo, Rocinante

Saludo

¡¡YO te saludo, Rocinante!!
¡Viejo caballo sin estirpe!...
¡no tienes pedigree!
¡Oh Dios mío, Rocinante no tiene pedigree!
Historiadores, eruditos, detectives,
traperos
buscadores de pañales y baberos blasonados...
¡Rocinante, no tiene pedigree!
El caballo más "pura sangre" de la gran mitología española,
el loco centauro del delirio,
el primero y el más intrépido
de los cuatro caballos de la Aurora,
el único caballo del mundo
que conoce la palabra justicia,
el que condujo en su espinazo magro y sufrido
la humana y divina locura de España...
la posible locura de todos los hombres,
la Gran Esperanza del Mundo...
¡no tiene pedigree!

De su libro Rocinante

28 de abril de 2013

Asamblea, La casa roja, Juan Carlos Mestre

Asamblea

Queridos compañeros carpinteros y ebanistas,
yo les traigo el saludo solidario de los metafísicos.
También para nosotros la situación se ha hecho insostenible,
los afiliados se niegan a seguir pagando cuotas.
A partir de este momento la lírica no existe,
con el permiso de ustedes la poesía
ha decidido dar por terminadas sus funciones este invierno.
No lo tomen a mal,
pero aún quisiéramos pedirles una cosa,
mis viejos camaradas amigos de los árboles
acuérdense de nosotros cuando canten La Internacional.


Poema perteneciente a su libro La casa roja

23 de abril de 2013

Juan Carlos Mestre, Todos los libros llenos de palabras, La bicicleta del panadero

Todos los libros llenos de palabras

Y todos los libros llenos de palabras
y todos los calendarios llenos de días
y todos los ojos llenos de lágrimas
y llena de nubes la cabeza de todos los mares
y llenos de coronas y puntapiés todos los relojes de arena
y de jirafas molidas todos los pechos condecorados
y todas las manos llenas de verano y caracoles marinos
y todos los dormitorios llenos de manojos de explicaciones
y de pantalones disecados las sillas en todos los prostíbulos
y todos los huecos llenos de público
y todas las camas llenas de electrocutados
y todos los animales llenos de espíritu y pánico
y de feroces gritos los árboles en todos los aserraderos
y todos los tribunales llenos de testimonios
y todos los sueños llenos de sacacorchos
y llenas de chicas todas las estrellas
y todos los libros llenos de palabras
y todos los calendarios llenos de días
y todos los ojos llenos de lágrimas
y todas las peceras y todos los pupitres y todas las cenas íntimas
y todos los razonamientos llenos de indudables edificios
y toda la primavera llena de moscas y crisantemos
y llenas todas las iglesias y todos los calcetines y todas las peluquerías
y todas las mujeres llenas de gloria
y llenos también de gloria todos los hombres
y todas las perreras llenas de ángeles
y todas las llaves llenas de puertas
y todos los bazares llenos de ratones
y llenos de barrenderos todos los cuadros
y llenas de estiércol todas las escobas de la patria
y todas las cabezas llenas de radiografías e intríngulis
y llenas de luz todas las subestaciones eléctricas
y llenos de amor todos los manicomios
y todos los cementerios llenos de salvavidas

Juan Carlos Mestre, La bicicleta del panadero

19 de abril de 2013

Zbigniew Herbert, casas de los suburbios

En las otoñales tardes sin sol Don Cogito gusta de visitar los sucios arrabales de la ciudad. No hay, afirma, fuente más pura de melancolía.

17 de abril de 2013

Blas de Otero, Por venir

Por venir

Madre y madrastra mía, 
España miserable 
y hermosa. Si repaso
con los ojos tu ayer, salta la sangre 
fratricida, el desdén 
idiota ante la ciencia, 
el progreso. 

             Silencio 
laderas de la sierra 
Aitana, 
rumor del Duero rodeándome, 
márgenes lentas del Carrión, 
bella y doliente patria, 
mis años 
por ti fueron quemándose, mi incierta 
adolescencia, mi grave juventud, 
 la madurez andante de mis horas, 
toda 
mi vida o muerte en ti fue derramada 
a fin de que tus días 
por venir 
rasguen la sombra que abatió tu rostro.

Blas de Otero, 'Que trata de España'

León Felipe - Ahora de pueblo en pueblo

Ahora de pueblo en pueblo
errando por la vida,
luego de mundo en mundo errando por el cielo
lo mismo que esa estrella fugitiva...
¿Después?... Después...
ya lo dirá esa estrella misma,
esa estrella romera
que es la mía,
esa estrella que corre por el cielo sin albergue 
como yo por la vida.
 
Versos y oraciones de un caminante

11 de enero de 2013

Paul Auster - Narrativa (de poesía completa)

Narrativa

Porque lo que sucede jamás sucederá,
y porque lo que ha sucedido
vuelve sin fin a suceder,

somos tal como fuimos, todo
ha cambiado en nosotros, si hablamos
del mundo es solo
para dejar desdicho

al mundo. Primer invierno: manzanas amarillas
aún por caer
de un árbol deshojado, las pisadas
de ciervos invisibles

en la primera nieve, y más tarde la nieve,
que no cesa. No nos arrepentimos
de nada. Como si pudiéramos permanecer
en esta luz. Como si pudiéramos permanencer en el silencio
de este único instante

de luz.
'Ciñera, 1946', fotografía de 'La ventana de una lágrima'

10 de enero de 2013

Emily Dickinson - No puedes apagar un Fuego

No puedes apagar un Fuego

No puedes apagar un Fuego - 
Una Cosa capaz de encenderse
Puede seguir, por sí sola, sin un Fuelle -
En la noche más lenta -

No puedes doblar una Riada -
Y meterla en un Cajón -
Porque los vientos la encontrarían -
Y se lo dirían a tu Suelo de Cedro -

Poema 583, Emily Dickinson, Poemas 1-600. Fue - culpa - del Paraíso
Mariposas como amapolas, foto de 'La ventana de una lágrima'

Manuel Rivas - Las voces bajas

El principio de los principios: negarse a la injusticia

Uno de los libros que leí en mi estancia en Santiago de Compostela, de todos es del que guardo mejor recuerdo sin duda, fue Los libros arden mal de Manuel Rivas. Antes ¿Qué me quieres amor?. Después, El lápiz del carpintero, Todo es silencio, Lo más extraño, La desaparición de la nieve... Cada sábado, EL PAÍS se empieza a leer por su columna en la contraportada. Si aún no te has adentrado en el universo de Rivas, quizá hayas de empezar leyendo su último ensayo, Las voces bajas, donde nos relata a pinceladas retazos de su vida infantil y juvenil y de los seres más queridos que le rodean: familiares, amigos, vecinos del barrio... Y después El lápiz y después Los libros y, finalmente, Todo es silencio. Quizá aprendas más sobre Galicia que en un libro de historia contemporánea. Para muestra, un botón del capítulo 'El maestro y el boxeador'.

"El maestro tenía una vara que utilizaba como indicador en el encerado o en los mapas. Pero a veces, cuando el hombre se entusiasmaba de cólera, el palo se convertía en un arma primitiva y terrible. Un día se encarnizó con uno de los almunos, un chaval, Rafa, algo más joven que yo. De repente, el muchacho se revolvió con dolor y rabia, soltó un grito estremecedor y salió huyendo de clase. El maestro blandió la vara de mando y ordenó: "¡A por él! Captúrenlo y tráiganmelo aquí!".

Salimos todos como una jauría detrás de Rafa. Él era como una liebre. Pero nosotros corríamos fieros y con mucha intención detrás de él. Comprendí ese día que uno de los mayores placeres del ser humano es la cacería del humano. Pero ocurrió un imprevisto. Cuando ya estábamos alejados de la escuela, fuera de la vista del maestro, del grupo perseguidor salió un disidente que nos hizo parar con un gesto enérgico. El que extendía los brazos era Juan, el más gigantón de la escuela. Se había roto una pierna al saltar un muro. Estuvo en el hospital y cuando regresó era así, el doble de grande que antes. Se comentó que habían probado con él por vez primera un complejo vitamínico contra la anemia. Todos queríamos que se nos rompiese una pierna y que nos diesen aquella pócima extraordinaria. Pero Juan no empleaba la fuerza para abusar. Ahora su puño iba moviéndose en panorámica a la altura de nuestros ojos. Y fue Juan y pronunció en voz alta una contundente enmienda a los hechos tal como se habían venido produciendo: "¡El que le toque al chaval, se lleva una hostia que queda espetado para siempre en la puerta del infierno!". Algo así. Una boca bíblica. Y un puño también bíblico. La sensación de encontrarse, en cuerpo y alma, ante el principio de los principios. El negarse a la injusticia. (...)"