Los que me venían ir contra las que ellos consideraban leyes naturales se llevaban las manos a la cabeza y decían: 'Tiene que morir irremisiblemente. O se quita de donde se pone o lo mata el toro'. Yo no me quitaba, el toro tardaba en matarme, y los entendidos, en vez de resignarse a reconocer que era posible una mecánica distinta en el juego de la lidia, que era lo más sencillo y razonable, se pusieron a dar gritos histéricos y a llamarme hiperbólicamente 'terremoto', 'cataclismo', 'fenómeno' y no sé cuántas cosas disparatadas más. Para mí, lo único fenomenal era la falta de comprensión de la gente. Lo que hoy, al cabo de veinte años, sabe ver el más humilde aficionado, no les entraba entonces en el meollo a los que entendían de toros. Esta fue, sencillamente, mi aportación al toreo..."
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Libro de Manuel Chaves Nogales, editado por Renacimiento. |