Rafael Chirbes o todo lo que perdimos en las revoluciones
Qué no vimos en España: contratos
hinchados, obras innecesarias con sobrecostes, personajes zafios
gobernando Ayuntamientos o pidiéndose para sí las concejalías de
urbanismo, constructores de poca monta con ínfulas y presupuestos de
las administraciones públicas que pagaban la orgía.
Fue el auge y la caída de la
opulencia que vivió España y sobre la que asentó el milagro
económico el Partido Popular. Ahora, la resaca: revelaciones
judiciales y exclusivas periodísticas que horrorizan a una
ciudadanía que al tiempo se vio golpeada por una recesión brutal.
2018, año en el que la memoria
colectiva se refugia, añorándolo, en 1968. En mayo, cuando se
pretendió cambiarlo todo y todo cambió: mientras los acomodados
revolucionarios incendiaron París y miraron con esperanza a las
grandes utopías buscando la arena de playa cuando no había más que
adoquines.
Rafael Chirbes nació en 1949 y es
uno de los grandes escritores que este país no ha reconocido lo
suficiente. Su obra, colosal, aborda la complejidad humana y social
con una voz propia que da voz a su generación.
En Los viejos amigos, Chirbes narra el reencuentro de quienes vivieron
la ilusión del 68 y el final de la dictadura franquista y
construyeron la poliarquía que hoy disfrutamos y que utópica
democracia libertaria soñaron. Es el retrato honesto y coral de una
época. El resumen de la desilusión que va desde la épica colectiva
revolucionaria al prosaísmo de las democracias liberales, el triunfo
del liberalismo económico y de la individualidad. Explota nuestras
contradicciones, como resumió José Emilio Pacheco en dos versos: Ya
somos todo aquello/ contra lo que luchamos a los veinte años.
Pero dos obras hacen inmortal su
producción literaria. Crematorio y En la orilla.
Ninguna mejor que esta última retrata lo que fue la época de la
exuberancia colectiva, de la fiesta sin fin, del boom urbanístico,
de las mordidas y de la petulancia. “¿Nos tocará llorar por los
viejos tiempos?”, se pregunta el protagonista. Y contesta: “Así
pasó el tiempo que te fue concedido en la tierra, amigo promotor.
Así lo pasé también yo. Ahora nos toca vivir la vida que llega
después de la vida. Los nuevos tiempos son menos nerviosos, la gente
ya no corre de acá para allá en coches de gran cilindrada, en
camiones cargados de mercancía, en furgonetas que llegan tarde a una
entrega urgente, hay otra tranquilidad, más reposo, son tiempos
menos físicos (no hay tanto traqueteo carnal, las habitaciones de
Ladies están vacías, nadie se tiende sobre las sábanas rosas,
nadie hace cola en los pasillos de la notaría para firmar escrituras
de compraventa: es el efecto mariposa) y, por supuesto, se trata de
tiempos mucho menos químicos, escasea la cocaína y la que circula
es de pésima calidad y no la compra casi nadie. ¡Para gastar en
coca estamos!”.
En 2015 nos dejó. De manera
póstuma, Anagrama publicó su novela más íntima, personal y
desgarradora, Paris-Austerlitz. Porque solo los ángeles
perdidos con talento siguen iluminándonos desde el cielo. Por encima
de todas las revoluciones perdidas. Y por encima de todo lo que
perdimos en las revoluciones.
(Colaboración en el número 2 de la revista Socialismo Activo, editada por el PSL-PSOE)
En la orilla, Rafael Chirbes continúa el retrato de la España de la corrupción |