9 de junio de 2008

Pío moa, miríadas de hipocresía

"Rajoy, el pro etarra" (sic.)

Paradógicamente es el ex-terrorista Pío Moa, en su juventud activista del GRAPO, quien califica a Mariano Rajoy de "pro etarra" (sic.). El siniestro personaje realiza en su blog la siguiente e inconsistente deducción:

"Rajoy, el pro etarra.
Cada vez se descubre más el personaje: "Quiero un partido en el centro, un partido que dialogue con todos, sin excepción"

Como Zapo, ofrece el diálogo, el negocio político, en palabras más claras, a los asesinos, a la ETA. No directamente, no lo precisa, pero sí en la práctica. De hecho ya lo ofreció al entrar en la carrera de la revisión de los estatutos, la carrera por complacer a losbalcanizadores de España. Que era, justamente, la clave de la colaboración de Zapo con la ETA."

A creerle, los dos líderes de los partidos mayoritarios son proetarras. Sin saberlo, más de 20 millones de votantes nos decantamos por opciones batasunas creyendo respaldar a partidos de Estado.

Este señor ha cambiado de oficio. Antes era miembro de los GRAPO, organización que practicaba el terrorismo que truncaba vidas humanas y pretendía descarrilar el proceso de transición a la democracia, ahora se las da de historiador, aunque en realidad su única misión sea revisar la historia contemporánea española, esto es, dibujarnos a un untuoso Franco, que trajo la democracia a España tras derrocar al régimen soviético que se instauró el 14 de abril de 1931.

Pero lo mejor que podemos hacer respecto a este pseudohistoriador, además de ignorarle, es retratarle ante sus propias palabras. ¿Qué decía cuando legitimaba el terrorismo?
"El GRAPO, por ejemplo, entiende que un fascismo de nuevo cuño (un fascismo sutilmente disfrazado de ropajes democráticos, pero fascismo al fin y al cabo), tiene sometida a la clase trabajadora española. La organización se enfrenta a este fascismo y sus agentes (esto es, la policía) del mismo modo en que se planteó el combate contra el fascismo en los años treinta y cuarenta: mediante la lucha armada (Moa, 1984)" en Xavier Coller y Roberto Garvía, "Entorno: contingencias y dependencia de recursos" en Análisis de Organizaciones. Madrid: CIS,2004.
Al fin y al cabo, si algo queda claro después de todo es que este señor es incompatible con la democracia española.

1 de junio de 2008

Robert Kagan - El retorno de la historia y el fin de los sueños

Despertando del sueño, la historia continúa

Título: El retorno de la historia y el fin de los sueños
Autor: Robert Kagan
Editorial: Taurus
Lugar: Madrid
Año: 2008

Francis Fukuyama en su influyente y revulsivo libro El fin de la historia y el último hombre defendió la tesis siguiente: la combinación de la democracia como sistema político y el capitalismo como sistema económico había triunfado. La configuración de todos los Estados se asemejaría progresiva e ineluctablemente al modelo norteamericano, las poliarquías capitalistas florecerían por todo el mundo y la idea kantiana de la paz perpetua sería factible bajo el presupuesto de que las democracias nunca hacen la guerra entre ellas. La mayor parte del pensamiento político y académico de la década de los noventa acarició esta idea.

No conviene olvidar el contexto en el cual se alumbra la hipótesis del triunfo del modo de ver el mundo de la superpotencia norteamericana: el sistema soviético estaba hundido, Rusia era una potencia débil, China se encontraba aislada del concierto internacional tras los sucesos de Tiananmen, Japón sufría una fuerte crisis bursátil, India no había experimentado su revolución económica y la Unión Europea se encontraba puliendo su complejo engranaje institucional.

Rusia, de humillados a soberbios
El desmoronamiento de la URRS sumergió a la Federación Rusa en una crisis en todos los órdenes: político, social y económico. Contemplaron cómo todas las exrepúblicas soviéticas se autodeterminaban y, lejos de quedarse en su esfera de influencia, miraban a la Unión Europea como opción de futuro. Esta anhelaba una transición estable de su vecino del este e inyectó grandes sumas económicas para conseguirlo. La relación entre ambas potencias durante la década de los 90 era asimétrica, siendo la Unión la que tenía poder de decisión sobre los rusos. Para estos supuso una auténtica humillación.

Es ahora, después de un crecimiento económico espectacular y sostenido en el tiempo, cuando Rusia ha conseguido volver las tornas. Sus grandes reservas petrolíferas y gasísticas han posibilitado sanear su balanza comercial y permitido tratar de tú a tú a sus vecinos europeos, ávidos de combustibles fósiles. Esa inversión en las relaciones de poder ha permitido al autócrata Putin volver a una política exterior más agresiva, a intentar recuperar su zona de influencia o, al menos, intentar vetarla a la Unión Europea y a los Estados Unidos. Rusia se está convirtiendo en una despreciable plutocracia, donde unos pocos oligarcas detentan el poder político, social y económico, alejándose de una democracia liberal con una economía de libre mercado que vislumbraba Fukuyama.
China o "emerger abruptamente de forma ¿pacífica?"
Emerger abruptamente de forma pacífica es la máxima de la diplomacia china. Y así será siempre y cuando nadie se inmiscuya en su inconclusa empresa de consolidación interna, es decir, en su propósito de anexionarse Taiwan, territorio donde se refugiaron los miembros del Gobierno de la República de China una vez finalizada la guerra civil. Taiwán, en definitiva, es para los dirigentes de la República Popular China un casus belli.

Las elites autócratas chinas están, a la par que aniquilando cualquier tipo de oposición política al régimen, forjando un moderno y potente ejército, prestando, sobre todo, atención a la flota naval, dado que, a su entender, la soberanía china abarca tres millones de kilómetros cuadrados y de mares. Huelga decir, como se apuntaba, que la incipiente liberalización económica no se ve acompañada de derechos civiles y libertades públicas. En consecuencia, China no parece ser el actor que definitivamente sepulte a la historia facilitando a mil trescientos millones de seres humanos el acceso a los Derechos Humanos más elementales.
Japón se niega a que China sea la potencia regional
Japón es la segunda potencia económica del mundo y no se resigna a ser un convidado de piedra en el sureste asiático. No está dispuesta a que las relaciones con China vuelvan al curso normal de la historia, es decir, a la asimetría en la cual los nipones eran los débiles. El imperialismo japonés de finales del siglo XIX y primera mitad del XX fue foco de guerras permanentes y su potencial militar propinó dantescas "humillaciones" a la milenaria civilización China. El aprecio que tienen los chinos a los japones es recíproco al que les profesan los nipones. La cooperación en materia económica y cultural de ambos países no invierte el recelo mutuo de sus poblaciones, alimentada por las elites. Los chinos no olvidan las veleidades genocidas de los japoneses del mismo modo que los japoneses ven la amenaza que se cierne sobre Taiwán como una amenaza propia.
India: aliada nipona por colindar con China
La evolución económica de India, con un crecimiento espectacular en la década de los 90, ha posibilitado que alcance el estatus de gran potencia. Su relación con China, históricamente conflictiva, no es precisamente armónica. Las secuelas de la agresión china de 1962, algunos litigios fronterizos por resolver y el solapamiento en las esferas de influencia de estas dos potencias hacen que el equilibrio entre ellas sea delicado, y el caladero de aliados de cada una sean los países más enemistados con la otra (Japón y Pakistán).
Irán: la nostalgia persa y el asfixio teológico
Irán tiene nostalgia de lo que fue Persia. Su única manera de hacerse valer en la región y ser respetado militarmente por los Estados Unidos es adquiriendo capacidad nuclear. Es el único país de la región con mayoría chií, en un océano suní. Es, al igual que Rusia y China, una autocracia.
La tesis del autor
El autor, en definitiva, defiende la tesis de que el mundo actual se divide, grosso modo, entre democracias y autocracias. Cree que Europa y Estados Unidos se encuentran ante la siguiente disyuntiva: apoyar implícita o explícitamente a los regímenes autocráticos o presionarles para que muten en democracias que respeten los principios ecuménicos de la Ilustración. No hay término medio.

Cree, asimismo, que aunque el ideal liberal triunfara una vez finalizada la Guerra Fría, y aunque hoy por hoy las democracias abunden más que en cualquier otra época, que existe un auge de las potencias autocráticas, que tienden a cooperar entre sí -Rusia con Pakistán, Pakistán con China...).

En occidente asistimos, afortunadamente, al decline de las religiones, una de las grandes virtudes de la modernidad. En cambio, las fuerzas reaccionarias del islamismo, aunque minoritarias, son una fuente de inestabilidad internacional y de terror ilimitado.

Robert Kagan refuta la tesis de que la modernidad nos conduce inexorablemente a la paz perpetua. Como muestra, el siglo XX, el más destructivo de la vida humana.

Ni la historia finalizó en los años 90 de la pasada centuria ni las relaciones internacionales se mueven, a su juicio, en distintos parámetros a los tradicionales. Kagan, que se define como liberal y se proclama defensor de los principios ilustrados, cree que los Estados demócratas no pueden abjurar de su responsabilidad de combatir las autocracias e impedir que acumulen más poder. De ello depende su seguridad. Es su tesis, es la parte negativa del retrato del mundo. La visión positiva, Cosmocracia.