2 de mayo de 2018

El refugio de la igualdad / Rafael Chirbes - En la orilla

Rafael Chirbes o todo lo que perdimos en las revoluciones

Qué no vimos en España: contratos hinchados, obras innecesarias con sobrecostes, personajes zafios gobernando Ayuntamientos o pidiéndose para sí las concejalías de urbanismo, constructores de poca monta con ínfulas y presupuestos de las administraciones públicas que pagaban la orgía.

Fue el auge y la caída de la opulencia que vivió España y sobre la que asentó el milagro económico el Partido Popular. Ahora, la resaca: revelaciones judiciales y exclusivas periodísticas que horrorizan a una ciudadanía que al tiempo se vio golpeada por una recesión brutal.

2018, año en el que la memoria colectiva se refugia, añorándolo, en 1968. En mayo, cuando se pretendió cambiarlo todo y todo cambió: mientras los acomodados revolucionarios incendiaron París y miraron con esperanza a las grandes utopías buscando la arena de playa cuando no había más que adoquines.

Rafael Chirbes nació en 1949 y es uno de los grandes escritores que este país no ha reconocido lo suficiente. Su obra, colosal, aborda la complejidad humana y social con una voz propia que da voz a su generación.

En Los viejos amigos, Chirbes narra el reencuentro de quienes vivieron la ilusión del 68 y el final de la dictadura franquista y construyeron la poliarquía que hoy disfrutamos y que utópica democracia libertaria soñaron. Es el retrato honesto y coral de una época. El resumen de la desilusión que va desde la épica colectiva revolucionaria al prosaísmo de las democracias liberales, el triunfo del liberalismo económico y de la individualidad. Explota nuestras contradicciones, como resumió José Emilio Pacheco en dos versos: Ya somos todo aquello/ contra lo que luchamos a los veinte años.

Pero dos obras hacen inmortal su producción literaria. Crematorio y En la orilla. Ninguna mejor que esta última retrata lo que fue la época de la exuberancia colectiva, de la fiesta sin fin, del boom urbanístico, de las mordidas y de la petulancia. “¿Nos tocará llorar por los viejos tiempos?”, se pregunta el protagonista. Y contesta: “Así pasó el tiempo que te fue concedido en la tierra, amigo promotor. Así lo pasé también yo. Ahora nos toca vivir la vida que llega después de la vida. Los nuevos tiempos son menos nerviosos, la gente ya no corre de acá para allá en coches de gran cilindrada, en camiones cargados de mercancía, en furgonetas que llegan tarde a una entrega urgente, hay otra tranquilidad, más reposo, son tiempos menos físicos (no hay tanto traqueteo carnal, las habitaciones de Ladies están vacías, nadie se tiende sobre las sábanas rosas, nadie hace cola en los pasillos de la notaría para firmar escrituras de compraventa: es el efecto mariposa) y, por supuesto, se trata de tiempos mucho menos químicos, escasea la cocaína y la que circula es de pésima calidad y no la compra casi nadie. ¡Para gastar en coca estamos!”.

En 2015 nos dejó. De manera póstuma, Anagrama publicó su novela más íntima, personal y desgarradora, Paris-Austerlitz. Porque solo los ángeles perdidos con talento siguen iluminándonos desde el cielo. Por encima de todas las revoluciones perdidas. Y por encima de todo lo que perdimos en las revoluciones.
(Colaboración en el número 2 de la revista Socialismo Activo, editada por el PSL-PSOE)
En la orilla, Rafael Chirbes continúa el retrato de la España de la corrupción

24 de abril de 2018

El refugio de la igualdad / Tony Judt - Algo va mal

Algo va mal
En la vida cada cual tiene sus referentes. Estos nos ayudan a forjar nuestro ideario, a sellar nuestros valores y a dotarnos de una mayor coherencia vital y argumental. Uno de ellos es Tony Judt.
Judt falleció en 2010 tras padecer una devastadora esclerosis lateral amiotrófica. El autor de obras tan influyentes como Postguerra o Sobre el olvidado siglo XX, plasmó en unas preciosas páginas sus recuerdos: El refugio de la memoria.
En 2010, en su ensayo Algo va mal, nos advirtió: algo está fallando en la Europa del Estado del bienestar. Las democracias sociales, entendidas como aquellas donde las libertades individuales se combinan con la libre competencia de los partidos políticos por el voto popular, están padeciendo una crisis de legitimidad dadas las políticas neoliberales que desde los años 80 se vienen aplicando y que generan más precariedad, más desigualdad y menos derechos, lo que supone un riesgo para la estabilidad del sistema.
Ocho años después, en la Unión Europa nos encontramos con Orban negando el colaboracionismo con el Holocausto de su país, Hungría; con la involución del estado de derecho en Polonia; con la ultraderecha condicionando el gobierno austriaco; con el Brexit; con Salvini y Di Maio sumando mayoría en Italia; con Le Pen disputando la segunda vuelta al movimiento de Macron...
La inestabilidad política actual es fruto de las políticas económicas aplicadas durante décadas. De la quiebra del pacto entre el capital y el trabajo en favor del primer factor. Si nos preguntamos qué está pasando con la ola populista y fascista que asola Europa, la respuesta es que estamos vendimiando las uvas de la ira que hemos ido sembrando.
Nuestra ideología-guía cobra más sentido aún. Hay que leer a Judt, aprehenderlo. Él continuó el legado de otros imprescindibles, como Orwell, que en Homenaje a Cataluña explicó: lo que atrae a las personas corrientes al socialismo y hace que estén dispuestas a arriesgar la vida por él es su ‘mística’, la idea de igualdad. Sin igualdad no solo está en juego la dignidad humana sino que, como estamos viendo, está en riesgo la democracia social. Y, si estas caen, retornan los peores demonios que llevaron a Europa a dos guerras mundiales y devastaron el continente.

(Colaboración para el número 1 de la revista Socialismo Activo editada por el PSL-PSOE). 
Ensayo del influyente pensador Tony Judt editado por Taurus

22 de abril de 2018

Patrick Deville - Pura vida

«William Walker ve desfilar una vez más el futuro desgarrado de sus ilusiones...»

*
"Uno de ellos, el joven Ernesto Guevara, no sabe todavía que allí encontrará a la peruana Hilda y que se ganará durante un tiempo la vida como vendedor ambulante de estatuillas del Cristo Negro de Esquipulas. Ignora que un año más tarde será expulsado de Guatemala, como todos esos jóvenes de izquierdas, cuando los Estados Unidos envíen desde Honduras a su mercenario Castillo Armas para derrocar el gobierno de Jacobo Arbenz y poner así fin a la reforma agraria. 
     Antes de tener que huir hacia el norte, hasta México, ese hombre, que luego se convertirá en el Che Guevara, se planteará combatir y escribirá con entusiasmo: 'Es hora de que el garrote conteste al garrote, y si hay que morir, que sea como Sandino y no como Azaña...' 

En 1824, Lord Byron muere allí como un héroe prometeico, creyendo arrancar a los dioses la libertad para el pueblo de Sófocles. Tres años después de su muerte, Eugène Delacroix pinta 'Grecia expirante entre las ruinas de Missolonghi' y, cuatro años más tarde, 'La libertad guiando al pueblo'. Es posible que William Walker haya visto esos cuadros en París, antes de su viaje por Italia. Y la frecuentación de esas obras, unida a la lectura pirómana de Lord Byron, puede haberle convencido de no morir en su lecho. No obstante, no alcanzará sino el destino de un Ícaro. Será un jovencito presuntuoso, sublime y ridículo que se acercó demasiado al sol de la gloria. ¿Y quién recordara, incluso en el mismo Trujillo, aquel pecho demasiado flaco y blanco, reventado por las balas de los soldados hondureños? 

Porque todo eso sería otro universo, paralelo, 'solemque suum, sua sidera norat', con su propio sol y sus propias estrellas, un universo en el que Julio César no habría atravesado el Rubicón ni William Walker el Tinto. 

Puede que se quede enganchado a este duelo epistolar, puede que quiera probarle a ese inglés que él conoce mejor los versos de Lord Byron. Puede que sea capaz de citar las frases del poeta inglés que a él le gustaría haber escrito: 'El gran objetivo de la vida es la sensación. Sentir que existimos, aunque sea en el dolor. Es ese' vacío inmenso 'que nos empuja el juego, a la guerra, a los viajes, a toda clase de acciones desordenadas, pero vividas con intensidad, y cuyo primer atractivo es la agitación necesaria para llevarlas a cabo.'"
'Pura vida', editado por Anagrama en 2018.

22 de marzo de 2018

Bernhard Schlink - El lector


 «No olvidé a Hanna, desde luego, pero en algún momento su recuerdo dejó de acompañarme a todas partes. Quedó atrás, como queda atrás una ciudad cuando el tren sigue su marcha. Está allí, en algún lugar a nuestra espalda, y si hace falta puede uno coger otro tren e ir a asegurarse de que la ciudad, todavía sigue allí. Pero, ¿para qué hacer tal cosa?»

*

"¿
Será eso lo que me entristece? ¿El celo y la fe que me colmaban en aquella época, mi empeño en arrancarle a la vida una promesa que de ningún modo podía cumplir? A veces veo en las caras de los niños y los adolescentes el mismo celo y la misma fe, y los veo con la misma tristeza con que recuerdo los míos. Esa tristeza, ¿no será la tristeza pura? ¿Es eso lo que nos sobreviene cuando, al mirar atrás, los recuerdos hermosos se nos vuelven quebradizos, al ver que aquella felicidad no se alimentaba sólo de la situación del momento, sino de una promesa que no se cumplió?


Nunca le escribí. Pero seguí leyendo para ella sin parar. Durante el año que pasé en América le enviaba las cintas desde allí. Cuando me iba de vacaciones o tenía mucho trabajo, podía tardar bastante en llenar una cinta. No establecí un ritmo fijo: a veces enviaba una cinta cada semana o cada quince días y otras veces al cabo de tres o cuatro semanas. No me planteaba la posibilidad de que Hanna, ahora que sabía leer, quizá ya no necesitase mis cintas. Que leyera también por su cuenta si le apetecía. Pero la lectura era mi manera de dirigirme a ella, de hablar con ella.
Tengo guardados todos sus saludos por escrito. La escritura va cambiando. Empieza forzando las letras a alinearse todas en la misma dirección oblicua y a adoptar la altura y anchura concretas. Una vez conseguido eso, se hace más ligera y segura. Nunca suelta. Pero adquiere algo de severa belleza propia de la letra de los ancianos que han escrito poco en su vida.
 

Durante mucho tiempo pensé que era una historia muy triste. No es que ahora piense que es alegre. Pero sí pienso que es verdadera y que por eso la cuestión de si es triste o alegre carece de importancia."
El lector, Edición Limitada de Anagrama.