5 de diciembre de 2009

Gordon Comstock - 'Los placeres de Londres'

En Que no muera la alpidistra, de George Orwell

A veces conviene reflexionar acerca de la vida que llevamos la clase media, los burgueses sin tierras...

Cortante y amedrentador el viento barre
los chopos arqueados, ahora desnudos,
y los negros ribetes de las chimeneas
doblan su curso; azotados por el aire

los carteles desgarrados revolotean; suena, frío,
el estrépito de trenes y de cascos de caballos,
y los oficinistas que se apresuran a la estación
miran, estremecidos, el cielo del este sobre los tejados.

Todos piensan: ¡ha llegado el invierno!
¡Dios mío, no permitas que pierda mi empleo!
Y, lúgubres, mientras el frío empieza a penetrar
en sus entrañas como cruel lanza de hielo,

piensan en alquileres, impuestos, abonos de temporada,
en seguros, en carbón, en el suelo de la criada,
en zapatos, colegios, y en el próximo plazo
de las dos camas compradas en los almacenes Drage.

Pues si en la alegre indolencia estival
pecamos entre los árboles de Astarot,
nos arrepentimos ahora bajo el frío invernal
y nos arrodillamos ante el verdadero señor:

el señor de todo, el altísimo dios dinero,
dueño de nuestra sangre, mano y cerebro,
que nos proporciona un techo contra el viento
y, en su generosidad, nos roba de nuevo.

Celoso y atento, él escrupulosamente espía
nuestros pensamientos, sueños e ilusiones,
escucha nuestras palabras, desgarra nuestras ropas
y traza el mapa de nuestros días;

hiela nuestra cólera, ataja las esperanzas,
compra nuestras vidas con apenas baratijas,
mientras reclama, a modo de tributo,
que ahoguemos la risa y aceptemos los insultos;

él pone cadenas a la inspiración del poeta,
a la fuerza del marinero, al honor del guerrero,
y deposita el bruñido y hostil escudo
justo entre el amante y su novia amada.

1 comentario:

Unknown dijo...

acabo de descubrir a Comstock anoche por culpa de cablevisión, y estoy sorprendido, interesado, contento