22 de julio de 2009

La dialéctica, los poetas y Victoriano Crémer

Crémer entre poetas

Cuando el año pasa el ecuador y llega el 18 de julio, un escalofrío recorre mi cuerpo al recordar una lectura que, siendo aún bachiller, me conmocionó sobremanera. Era el Libro de San Marcos, de Victoriano Crémer. No atinaba a explicar cómo el lustroso parador nacional fue exponente máximo de oprobiosos comportamientos inhumanos: “¡Comeos los unos a los otros!”, nos aconsejaban piadosamente los guardianes, “y así tendréis más sitio”, relata el poeta leonés que nos dejó el pasado 27 de junio. La cárcel, cuenta tras 22 años de estancia Marcos Ana -represaliado del régimen autoritario de Franco- en su libro Decidme cómo es un árbol, implica poder recobrar la libertad únicamente en sueños; perder el recuerdo de las cosas más elementales: …Ya olvido / la dimensión de las cosas / su color, su aroma… Escribo / a tientas: «el mar», «el campo»… / Digo «bosque» y he perdido / la geometría del árbol.

Crémer también conoció la pobreza, lo que le llevó a seguir la conducta que marcó Neruda en su oda: Yo con otros, / con otros, muchos otros, / te vamos expulsando / de la tierra a la luna / para que allí te quedes / fría y encarcelada / mirando con un ojo el pan y los racimos / que cubrirán la tierra / de mañana. Con más de 100 años nos hacía reflexionar acerca de esta vida en la que se acomoda la mesocracia -“la nobleza sin tierra”, por decirlo con George Orwell-, recordándonos “que ha llegado el momento -siempre debiera ser el momento de la solidaridad y de la fraternidad- de que todos, los unos y los otros, se den cuenta de que se hace ya urgente la revisión de todos los papeles oficiales que registran la miseria de los unos y la abundancia de los otros.”

Alabo, aquí, en pleno mes de julio, su credo, el mismo que el de su amigo León Felipe, así como su histórica e impagable contribución a la memoria y a la democracia: Luchamos contra el odio. Y hay que matar al odio. Mañana, cuando el odio se haya caído de nuestras miradas, de nuestro corazón y de nuestras manos, como un arma inútil, como una herramienta inservible, sobre las ruinas, el llanto y la sangre de España, aparecerá no un comunista ni un fascista, sino un español.

Publicado en La Crónica de León, 22 de julio de 2009, página 2

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