14 de octubre de 2009

Felipe González o el espejo de Rajoy

Las barbas de Felipe González

"Y os digo: vamos bien, estamos con fuerza, ganas, ilusión, espíritu deportivo, y un cierto sentido de la indiferencia ante algunas cosas, que nunca viene mal".

Felipe González accedió al poder con la idea fuerza del cambio cuando estallaron los rosales en aquella inusual primavera de octubre del 82. La transformación institucional y social que sufrió España durante sus 14 años de Gobierno fue espectacular. Quizá el mayor logro, y el menos valorado, fue la consumación de la supremacía civil –esto es, la subordinación del poder militar al civil- después de dos siglos de Pavías y Tejeros. A mi juicio, los otros tres: la universalización del sistema sanitario -que ahora intenta importar el Nobel de la paz Obama a la superpotencia militar que preside-, la implementación de las pensiones no contributivas y la obligatoriedad de la educación que multiplicó por cero las cifras de analfabetismo.

Felipe situó al país como un destacado actor en Oriente Próximo, referente en América Latina y procuró cierta ascendencia en el Magreb. Nos hizo ciudadanos de la Unión y lideró el continente cuando Europa estaba gobernada por carismáticos estadistas -conservadores y socialdemócratas como Helmut Kohl o Mitterrand- y no por políticos mediáticos como Sarkozy o delincuentes encantados de haberse conocido como Berlusconi.

‘Filesa’ y otros escándalos de corrupción, que horadaron paulatinamente la imagen de González al mismo tiempo que él los minimizaba, sirvieron a José María Aznar para cimentar su alternativa política con la austeridad en la gestión de los recursos públicos y la erradicación del latrocinio por bandera. Eran los años de la Expo de Sevilla y de las Olimpiadas de Barcelona. Eran los años de Rubio y Roldán.

El legado político de Felipe, a diferencia del que nos dejará Rajoy, merece la pena ser analizado con detalle. Cuanto más sabemos del ‘caso Gürtel’, más debería Rajoy reflexionar sobre el ocaso del primero en el poder y su ‘dulce derrota’ en el 96. La indiferencia le llevará a perder por tercera y última vez las elecciones. Con dulzura o sin ella. Yo en su lugar las pondría a remojar ya.

Publicado en La Crónica de León, miércoles, 14 de octubre de 2009, página 2

1 comentario:

Anónimo dijo...

Absurdo articulo en el se comparan al final los "legados" de Gonzalez y Rajoy. Cuando dos cosas que se comparan no son iguales, se llega al absurdo en las comparaciones. No se puede comparar la accion de gobierno de uno con la accion de oposicion del otro. Son distintas.