"Las rosas blancas, silvestres, de la carretera de Castro a Elviña, son pequeñas y parece que todo su esfuerzo no es por crecer sino por oler, y puedes no verlas, escondidas, tímidas como aparecen a veces en la pantalla de los mirtos, pero asoman la cabeza a lo lejos y llegan al lugar. Polca dice que a esos rosales es adonde van a parar las abejas envidiadas.
Hay abejas que van delante, a descubrir la flor, y después no se lo cuentan al ejambre. Se guardan la información.
Entonces serán las egoístas y no las envidiadas.
No. Cuando Olinda y tú no vayáis a buscar rosas silvestres, ya nos las habrá.
Ella metía en el atado de la ropa y en el cesto las rosas blancas, y orégano, y romero, y perpetuo, e hinojo, hierbas aromáticas para la ropa blanca de la casa de la pintora. Era el saber que había heredaro de Olinda..."
No. Cuando Olinda y tú no vayáis a buscar rosas silvestres, ya nos las habrá.
Ella metía en el atado de la ropa y en el cesto las rosas blancas, y orégano, y romero, y perpetuo, e hinojo, hierbas aromáticas para la ropa blanca de la casa de la pintora. Era el saber que había heredaro de Olinda..."
Pág. 205: Los libros arden mal, Manuel Rivas. Alfaguara, Madrid (2006)
1 comentario:
Esa flor esta un poco pachucha.
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