7 de abril de 2010

Externalidades negativas

Externalidades
Fondo de escritorio, fotografía perteneciente al álbum hermano La Ventana de una lágrima
Intentaré proseguir esta semana con alguna reflexión más extraída durante mi reciente viaje por tierras alemanas y trasladarla al debate político existente en nuestra esfera pública. Y lo haré siendo consciente de la dificultad que entraña trabar unas líneas mínimamente coherentes cuando uno es asediado acústicamente por una marabunta de tambores y cornetas que, plúmbea y tétricamente, machacan sin piedad ni compasión durante una semana a todo viandante o vecino, se quiera o no participar de tan melodiosa y sofisticada pieza musical. Sin saber el pecado cometido, la mala suerte hace que la Semana Santa se alíe con mi beata vecina, octogenaria pensionista que simultáneamente aúna su predilección por Radio María con su torpe audición.

Ejemplos como los anteriormente descritos son los que los economistas denominan externalidades negativas o, lo que es lo mismo, acciones de unos individuos que, si bien les reportan alguna suerte de beneficio personal o grupal, empeoran la situación de otros. Idéntica situación ocurre con los fumadores en los locales públicos.

Supongamos que un individuo al optar racionalmente por encender un cigarrillo y fumárselo está obteniendo una utilidad que, por él ponderada, supera los costes asociados (precio del tabaco, efectos nocivos sobre la salud propia y contaminación ambiental), muchos de los cuales comparte con las personas que, sin haberlo elegido, le rodean. Inaceptable. Debe prohibirse.

Me rebelo, pues, ante el argumento idiosincrásico de que en España no. Los Pirineos no pueden concebirse como un arancel a la hora de homologarse con las democracias más avanzadas socialmente. Rechazo los neoliberales: el Estado interfiere en la libertad individual. También los de cierta izquierda que recela de esta medida argumentando que ya bastante se prohibía en otros tiempos cuando la omnímoda presencia de la moral católica cercenaba nuestra autonomía.

La próxima semana, ya con una pieza de piano de Chopin o algo de Debussy de fondo, espero que las palabras se entrelacen con más facilidad, los caracteres cuadren y los argumentos sean mejores. No prometo nada. Hasta entonces; sean felices.

Publicado en La Crónica de León, el 7 de abril de 2010, página 2

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