14 de abril de 2010

Izagre, Garzón, La Bañeza, memoria e historia

Senderos sin gloria
El botín de las cigüeñas, foto perteneciente al álbum de fotos hermano "La ventana de una lágrima"

La semana pasada tuvimos ocasión de visualizar una selección de películas de Kubrick gracias a la Obra Social de Caja España. Una de ellas, protagonizada por Kirk Douglas, fue Senderos de gloria, que con el tiempo se ha convertido en la película antibelicista por excelencia. En ella se narra la verídica historia de un descabellado, en tanto que era imposible que triunfara, ataque del Ejército francés contra las posiciones alemanas durante la Primera Guerra Mundial. Lejos de enjuiciarse a quien tomó la errática decisión que ocasionó múltiples bajas, se optó por condenar a los soldados por falta de patriotismo. El proceso fue una pantomima que acabó con el siempre aciago triunfo de la pena de muerte.

Para nuestra vergüenza en el resto del orbe, el juez Varela ha decidido sentar en el banquillo a Garzón y ajustar cuentas con él por intentar aplicar a la dictadura de Franco el mismo principio que permitió hacer la vida un pelín incómoda a viejas anacondas como Pinochet o Videla: el de justicia universal. Incitado por la Falange, se propone inhabilitarlo de por vida. De lograrlo, una amalgama de narcotraficantes, terroristas, jerarcas de los regímenes burocrático-autoritarios de latinoamérica y amantes del latrocinio público lo celebrarán con una bacanal que horrorizaría hasta el más lascivo de los curas pederastas cuyas prácticas amparaba, ocultándolas, el sumo pontífice.

Este sábado, en cambio, escribimos todos juntos una página más de la historia que nos reconcilió con la memoria. Tras exhumarse una fosa común en Izagre, que albergaba a once ciudadanos de La Bañeza, que fueron asesinados en aquel gélido otoño del 36 por defender los nobles ideales de libertad y de justicia social, los restos fueron depositados junto a los de sus familiares en el camposanto, erigiéndose en su lugar un monolito que nos recuerda el horror de la guerra para que nunca más se repita. Lo que pretende Garzón.

Negando a Benedetti, los bañezanos ya no andan desconcertados ni sordos, ni andan buscándose ni buscándonos. Ya no es posible que extraviaran la brújula ni que vagaran preguntando, preguntando dónde carajo queda el buen amor. Aunque vengan del odio.

Publicado en La Crónica de León el 14 de abril de 2010, página 2

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