3 de noviembre de 2010

Adiós, Bisbal

Ausencias
En esta España mía, esta España nuestra, que diría la dulce, inolvidable y siempre presente cantautora Cecilia, sobreabundan lamentables personajillos, a veces patéticos, las más siniestros, pero todos prescindibles, que se reproducen de manera abrupta, como plagas podría llegar a afirmarse sin equivocación, por los cada vez más declinados platós de televisión. Hacen su aparición a escena en el período comprendido entre las mañanas torpemente conducidas por la ególatra, petulante y megalómana escritora Ana Rosa Quintana y el fachendoso, monótono y tedioso Matías Prats, que ha demostrado su ilimitada capacidad de comerciar noticias sensacionalistas con tal de amedrentar un poco más a nuestra ya amedrentada sociedad.

Los famosos, que también alimentan a las cada vez más numerosas revistas verduleras que asolan los quioscos dejando un escaso margen para respirar, no esgrimen más méritos para su popularidad que el noviazgo con tal o cual persona, pretexto que les lleva a mercadear de manera abyecta sus miserias mientras comparten protagonismo con advenedizos del espectáculo, como los importunos Davices: Bisbal y Bustamente. Ambos son merecidos representantes de los artificiales cantantes fabricados en escasos meses de arduo y minucioso trabajo de laboratorio. Pretendimos entretenernos unas semanas en aquellas operaciones de éxito y ahora no sabemos cómo zafarmos de ellos ni cómo devolverles al anonimato del que nunca debieron salir. Su impertinencia, semejante a la de los topillos campesinos en los secarrales de Castilla. A la de los especuladores en el reparto del trigo.

Ante este desolador panorama, se revelan más dolorosas las ausencias de actores de la transición política y social que hicieron lo imposible para cambiar el autoritario régimen de Franco y delinear el camino irreversible hacia la democracia. Y pienso en Marcelino Camacho, que pagó con la cárcel la lucha clandestina por conseguir derechos para los trabajadores que hoy mediocres como Victorino Alonso o Díaz Ferran pretenden doblegar. O en Labordeta, que junto a Joan Manuel Serrat, Lluis Llach o Aguaviva cantaron alumbrando allá donde solo había sombra. Y en Cecilia. 

Publicado en La Crónica de León, 3 de noviembre de 2010, página 2
'Claroscuro', fotografía peteneciente al álbum de fotos 'La Ventana de una lágrima'

1 comentario:

mateosantamarta dijo...

Han cambiado los tiempos, amigo.
Descubrieron un buen porcentaje de cabezas no pensantes y amantes del escándalo y el espectáculo vocinglero.
Dejé un par de comentarios en entradas sobre Izagre y Mario Benedetti.
Te enlazo en mis blogs.
Un saludo.
Conocí a Camacho en Carabanchel. En la prisión, quiero decir.