8 de diciembre de 2010

La impresentable casta de controladores aéreos

El órdago

A los que somos entusiastas y disciplinados jugadores de mus la mezquina y dañina traición a España realizada por los controladores aéreos nos recuerda a una jugada de farol a la grande, que empieza con un envite suave y acaba con un desafiante e intrépido órdago. Y cuando uno lanza un órdago sabe que se está jugando todo a una; sabe que puede ganarlo, sí, pero también es consciente de que puede perderlo. Es como el apasionado de la subasta, que marca una bola y hace doscientos cincuenta tantos pero pierde una baza contra un humilde siete de espadas. O de bastos, qué más da. O como aquel pésimo jugador de escoba, que siempre acaba lamentándose de quedarse con un rey como última carta.

Las reivindicaciones planteadas por los controladores aéreos denotan que existe una importante corrupción moral en este privilegiado y descastado colectivo. En una situación de crisis económica como la actual, que ha tenido sus efectos sociales más perversos en el empleo, es completamente amoral que se quejen de sus condiciones laborales, teniendo en cuenta el desorbitado salario que cobran. Vamos, que se lo estaban llevando en crudo con las famosas horas extras. Y ahora, que ya no producen tantos millones, aparece el estrés.

La huelga salvaje que convocaron este pasado viernes fue una felonía en toda regla. A ellos les deberemos las posibles reacciones negativas de los mercados. Estaremos convenientemente atentos para ver cómo actúan los inversores internacionales, que son los que nos compran deuda, que es lo que en estos momentos permite financiarnos. Serán directamente culpables, y deberán pagar por ello, si se vuelve a disparar el diferencial con el bono alemán, que indica cuánto más caro nos cuesta obtener dinero para invertirlo que a nuestros colegas europeos.

Lanzaron un órdago y lo han perdido. Lo ganaron los poderes del Estado liderando el clamor popular que bramaba de manera justificada contra esta pandilla de impresentables egoístas. Hicieron como el torpe jugador de brisca, que acaricia el tres hasta el final de la partida, ligeramente inconsciente de que el contrincante de su derecha le espera con el as para devorárselo con regocijo.

Publicado en La Crónica de León, miércoles, 8 de diciembre de 2010, página 2
'Otoños', fotografía perteneciente al álbum de fotos hermano 'La ventana de una lágrima'


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