5 de mayo de 2010

Venerables externalidades
"Cumpleaños", fotografía tomada el 29/04/2010, perteneciente al álbum "La ventana de una lágrima"

Hace unas semanas tomábamos prestado el concepto económico de externalidad negativa para definir las acciones de unos individuos que si bien mejoran su posición inicial empeoran la de otros. Cipolla, que formuló las “Leyes fundamentales de la estupidez humana”, nos alerta en su libro Allegro ma non tropo de la capacidad que tenemos para subestimar el número de estúpidos -los que sin beneficiarse perjudican a otros- que nos rodean. Veamos algunos ejemplos que nos proporciona la tercera edad:


El señor del paso de cebra. En el momento más inesperado, que generalmente coincide con el que más prisa lleva uno, detendremos nuestro vehículo al ver a un venerable anciano esperando, aparentemente, para cruzar la calle. Acto seguido, nos ordenará pasar y nos confundirá durante unos segundos en los cuales no sabremos si se decidirá a hacerlo él o no. Una vez invertido el código de circulación y el sentido común, compruebas que sin portar tricornio repite la misma acción con los sucesivos coches. Es cierto que cuando uno accede a la jubilación se encuentra repentinamente con desmedido tiempo libre. Es preferible ocuparlo asistiendo a clases de yoga o de macramé. Aún siendo igualmente improductivo, al menos no se interrumpe a nadie en sus quehaceres.

El del coche clásico. Nuestro ordenamiento jurídico contiene sus incoherencias. Si usted posee un coche de más de 25 años, que son los que más contaminan acústica y ambientalmente, no solo no será penalizado sino que podrá solicitar que se le bonifique el impuesto municipal de vehículos. Abundan en el mundo rural y se utilizan básicamente para trayectos cortos. Los premiados conductores de estas piezas museológicas, que pondrán en riesgo al resto por su aversión a velocidades superiores a los 40 km/h, habitualmente son jubilados con déficit de visión y de audición.

Carriles-bici para abuelos que pasean al nieto. Esta modalidad está aún implementándose en nuestras ciudades y se produce básicamente por tener un deficitario sistema de escuelas de infancias y unos irracionales horarios laborales. Queremos impuestos bajos para comprarnos muchas casas y coches. Así nos fue. Y por eso nos cuesta tanto salir.

Publicado en La Crónica de León, 5 de mayo de 2010, página 2

3 comentarios:

Blanca dijo...

Un miércoles mas vuelvo a leer tu artículo semanal, pero hoy no puedo evitar comentarlo. ¿Cuántas veces has hecho tú yoga o macramé para saber que tan improductivo es? Me gustaría saberlo.
Por otro lado, lo de los horarios laborales irracionales estoy de acuerdo.
Por cierto, bonita foto.
Un saludo.

Alberto dijo...

Bueno, quizá un poco duro hablar de imbéciles y luego poner tres ejemplos con ancianos.
Al imbécil del paso de cebra le conocemos todos, esta muy bien descrita esa situación.¿Qué hace alli? quizá este esperando a que pase su amigo en su "clasico" y poder saludarle. En fin, pobres abuelos a los que la crisis de la construcción ha dejado sin entretenimiento.

@ngel dijo...

El clásico... "Como el perro del hortelano ni come el ni deja comer al amo"... pienso que la mejor actitud frente a este tipo de cosas es “sonreír” el cabreo, ademas de inútil, hace segregar ácidos estomacales que nos pueden causar un corte de digestión o malestar general que al final pagan los mas cercanos o nos amarga el día con el consiguiente derroche de energía.
Saludos