17 de marzo de 2017

Javier Cercas - El monarca de las sombras

 «Que murió por culpa de una panda de hijos de puta que envenenaban el cerebro de los niños y los mandaban al matadero. Que en sus últimos días o semanas o meses de vida lo sospechó o lo entrevió, cuando ya era tarde»
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“Contaría la historia de Manuel Mena para que su historia desdichada de triple perdedor de la guerra (de perdedor secreto, de perdedor disfrazado de ganador) no se perdiera del todo, iba a contar esa historia, pensé, para contar que en ella había vergüenza, pero también orgullo, deshonor pero también rectitud, miseria pero también coraje, suciedad pero también nobleza, espanto pero también alegría, y porque en esa historia había lo que había en mi familia y tal vez en todas las familias —derrotas y pasión y lágrimas y culpa y sacrificio—, comprendí que la historia de Manuel Mena era mi herencia o la parte fúnebre y violenta e hiriente y onerosa de mi herencia, y que no podía seguir rechazándola, que era imposible rechazarla porque de todos modos tenía que cargar con ella, porque la historia de Manuel Mena formaba parte de mi historia y por lo tanto era mejor entenderla que no entenderla, asumirla que no asumirla, airearla que dejar que se corrompiera dentro de mí como se corrompen dentro de quien tiene que contarlas las historias fúnebres y violentas que se quedan sin contar, escribir a mi modo el libro sobre Manuel Mena era, pensé en fin, lo que siempre había pensado que era, hacerme cargo de la historia de Manuel Mena y de la historia de mi familia, pero también pensé, pensando en Hannah Arendt, que ésa era la única forma también de aliviarme y emanciparme de ambas, la única forma de usar el destino de escritor con el que mi madre me había escrito o en el que me había confinado para que ni siquiera mi madre me escribiese, para escribirme a mí mismo... 

*

De golpe comprendí. Lo que comprendí fue que Manuel Mena no siempre había sido un joven idealista, un intelectual de provincias deslumbrado por el brillo romántico y totalitario de Falange, y que en algún momento de la guerra había dejado de tener el concepto de la guerra que siempre han tenido los jóvenes idealistas y había dejado de pensar que era el lugar donde los hombres se encuentra a sí mismos y dan su medida verdadera. Por un momento me dije que Manuel Mena no sólo había conocido la noble, bella y antigua ficción de la guerra que pintó Velázquez sino también la moderna y espeluznante realidad que pintó Goya, y me dije que la condensación calenturienta de su vida fugaz de guerrero le había permitido transitar en un puñado de meses desde el ímpetu exaltado, utópico y letal de su juventud hasta el desencanto clarividente de una madurez prematura... 

*
Me pregunté si tenía razón y si todo era tan simple. Dejé pasar unos segundos. Anuncié: 

-Tengo que decirte una cosa, mamá. 

-¿Qué cosa? 

Pensé: «Que tío Manolo no murió por la patria, mamá. Que no murió por defenderte a ti y a tu abuela Carolina y a tu familia. Que murió por nada, porque le engañaron haciéndole creer que defendía sus intereses cuando en realidad defendía los intereses de otros y estaba jugándose la vida por los suyos cuando en realidad sólo estaba jugándosela por otros. Que murió por culpa de una panda de hijos de puta que envenenaban el cerebro de los niños y los mandaban al matadero. Que en sus últimos días o semanas o meses de vida lo sospechó o lo entrevió, cuando ya era tarde (...) Que quería ser Aquiles, el Aquiles de la Ilíada, y a su modo lo fue, o al menos lo fue para ti, pero en realidad es el Aquiles de la Odisea. (...) 

 Dije otra vez: 

-Nada.”

Javier Cercas, El monarca de las sombras, Literatura Random House, 2017
Primera edición. Literatura Random House.

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