Y así se enteraron de cómo la expulsión de su Henri Langlois de la Cinémathèque había sido el Sarajevo de aquellos sucesos; de que, como poco, la expulsión había hecho cristalizar un espíritu de rebelión que ya estaba en el aire, y había servido para prender la antorcha que iría pasando de mano en mano como en los Juegos Olímpicos.
-No es sólo la universidad, ni tampoco París -dijo Charles, incapaz de contener su lirismo-. Toda Francia está en huelga. Los teléfonos no funcionan, los bancos han cerrado, no hay correo, casi no queda gasolina. Se trata realmente de una huelga general, estudiantes y obreros unidos, un frente común ante un enemigo común. ¡Una sociedad nueva está esperando a ver la luz, Théo, un mundo nuevo! Un mundo sin grands-bourgeois ni petits-bourgeois, sin grands-fascistes ni petits-fascistes. ¡Un mundo que ya no tiene ninguna necesidad de los viejos maestros del mundo antiguo! ¡Se acabaron Leonardo, Mozart y Shakespeare!
Hizo una pausa.
-¡Se acabó Hitchcock!
-¡Nunca! -exclamó Théo.
Otra pausa.
-Ya lo verás, amigo mío -murmuró Charles amablemente-. Ya lo verás..."
The dreamers, Gilbert Adair (2003) (Soñadores, Alfaguara, 2004)
Fotograma del film The dreamers de Bernardo Bertolucci basado en la novela. |
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