"El estar siempre me pareció estresante: dondequiera que estuviera había algo que hacer, alguien a quien complacer, un deber que cumplir, un papel que no conseguía desempeñar: algo fallaba. El ir hacia algún sitio, por el contrario, era un alivio. Nunca era tan feliz como cuando iba a algún sitio por mi cuenta, y cuanto más tiempo tardaba, mejor. Caminar era placentero, disfrutaba montando en bicicleta, me divertía viajar en autobús. Pero el tren era puro paraíso..."
Tony Judt, El refugio de la memoria (Taurus, 2011)
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