"He ahí la actitud de la gente inteligente y cultivada, tal como en esencia puede leerse en un sinfín de libros. Muy poca gente cultivada gana menos de (digamos) cuatrocientas libras al año y, como es natural, se pone de el lado de los ricos porque imagina que cualquier libertad que se conceda a los pobres es una amenaza a su propia libertad. Al pensar que la alternativa es alguna desolada utopía marxista, el hombre cultivado prefiere dejar las cosas como están. Es posible que su amigo el rico no le sea muy simpático, pero da por sentado que hasta el más vulgar de ellos se opone menos a sus placeres y es más parecido a él que a los pobres, por lo que le conviene ponerse de su parte. Este temor a una turba supuestamente peligrosa es la razón de que casi todas las personas inteligentes tengan ideas conservadoras.
El miedo a la plebe es un temor supersticioso. Se basa en la idea de que hay alguna diferencia misteriosa y fundamenta entre ricos y pobres, como si se tratase de dos razas diferentes, igual que los negros y los blancos. Pero, en realidad, dicha diferencia no existe. La masa de los ricos y los pobres se diferencia solo en sus ingresos, y el millonario medio no es más que el friegaplatos medio con un traje elegante. Cámbialos de sitio y, ¡tachán!, ¿quién es el juez y quién el ladrón? Cualquiera que se haya relacionado en términos de igualdad con los pobres lo sabe de sobra. Pero lo malo es que las personas inteligentes y cultivadas, justo las que deberían tener ideas liberales, no se mezclan nunca con los pobres. ¿Qué sabe la mayor parte de la gente cultivada de la pobreza? En mi ejemplar de los poemas de Villon el editor ha creído conveniente explicar el verso “Ne pain en voyent qu’aux fenestres”, con una nota a pie de página; así de inconcebible es el hambre para el hombre educado. El miedo supersticio a la plebe nace de forma natural de esa ignorancia..."
Sin blanca en París y Londres, George Orwell (Debate, 2015, original de 1933)
No hay comentarios:
Publicar un comentario