23 de agosto de 2016

Reflexiones salvajes (II) / Hacia el interior -de la literatura- con Blanca Villamuza

Presentación libro de Blanca Villamuza, Hacia el interior, Didot, 2016, en Matallana de Valmadrigal, 19 de agosto de 2016.
Semana Cultural Matallana Bombea Cultural.

Hacia el interior de la literatura

“Los libros que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quieras”, nos confiesa Holden Cauldfield protagonista de la novela que a tantos adolescentes dejó su huella El guardián entre el centeno.

Hacia el interior de Blanca Villamuza me gusta, entre otras cosas, porque es una escritora debutante que puedes llamarla por teléfono en cualquier momento y porque ha construido la historia de Alba, la protagonista de su libro, que os invitamos a conocer en esta presentación.

Blanca aporta una gota de agua más a ese océano de huidas que pueblan la literatura universal, empezando por la del propio Caulfield que en su alejamiento permanente de este mundo adulto recala una y otra vez en Central Park, intentando resolver el misterio de adónde van los patos cuando el lago se hiela.

Es amplio ese océano, cada uno dejando una lección, un consejo, una sabiduría. La literatura es vida. Y Blanca construye vida. Huyeron por EEUU Humbert Humbert y
Lolita, como nos provocó Nabokov; huyeron los Joad con la tragedia del ser humano a cuestas hacia el oeste, en busca de una prosperidad tan prometida como fallida, en Las uvas de la ira de Steinbeck; sin rumbo, desde que Jack Kerouac publicó En el camino, podemos disfrutar del trayecto como lo hicieron él, Sal Paradise, y sus colegas Neal Cassady y Allen Ginsberg, Dean Moriarty y Carlo Marx en la ficción. A su manera, Harper Lee nos contó aquella preciosa historia Matar a un ruiseñor en la que Finch huyó de su zona de confort y levantó una bandera internacional contra el odio, la intolerancia y hoy es una obra imprescindible contra el racismo y la xenofobia, siendo también una lección de vida: todos somos iguales porque es el azar natural lo que nos lleva a tener nacionalidades o colores de piel distintos.

Hasta Lorca huyó aterrado de Nueva York (debajo de las multiplicaciones, una gota de sangre de pato, dejó escrito). Conviene recordar que ayer hace 80 años el fascismo lo asesinó. Y lo asesinó porque Federico creía en la belleza de la libertad. Él era la belleza y la libertad personificadas. Conviene aquí acordarnos de él global y singularmente: global, porque ese crimen privó al universo del mayor talento con que contaba nuestro país, con una producción literaria admirable y admirada tanto como poeta como dramaturgo y por esa herida sigue aún la tierra sangrando; y singular, porque si en algo creyó y a algo dedicó sus esfuerzos Lorca fue a la necesidad de acercar la cultura al pueblo y a ello contribuyó con su Barraca itinerante en las misiones pedagógicas durante la Segunda República. Esta semana estáis celebrando vuestra semana cultural y ese es el mejor homenaje que podéis hacer al granadino más universal, al español más hermoso.

Pero volvamos a las huidas, en concreto a la de Alba, la protagonista de esta novela que mucho en común tiene con su autora: por encima de todo esa manera optimista de estar en el mundo. Alba no huye hacia afuera, decide hacerlo introspectivamente cuando cree que su vida necesita un giro. Decía Francis Scott Fitzgerald en El gran Gatsby que “de esta manera seguimos avanzando con laboriosidad, barcos contra la corriente, en regresión sin pausa hacia el pasado.” Alba decide abrigarse en su pasado, un pasado que no conoce por completo pero que intuye, labra su nueva vida buscando en las raíces, desafía al protagonista de la novela de Juan Rulfo Pedro Páramo y decide volver a su Comala particular.

Hacia el interior es un libro que se puede leer como una simple historia, la de Alba, o se puede leer como un canto al medio en el que estamos, el rural, a la ventajas de vivir en comunidades pequeñas, a la cooperación entre vecinos, a la renuncia de una vida material y opulenta. El teleclub como símbolo de ese castillo que Alba soñó en el aire pero que se convierte en el pilar y centro de gravitación de su nueva vida, de su huida.

Decía Juan Tallón que “probablemente, un pueblo que pierde la capacidad para convocar una reunión alrededor de la barra es un pueblo muerto. Da igual que aún tenga habitantes. Como pueblo, es un cadáver. Ahora bien, si hay orquesta, si hay barullo, si hay música, si hay protestas y un grupo opositor lamentando los gastos, entonces el pueblo tiene vida para un siglo”.

Arvid decide dar vida a Silio, lugar donde transcurre la novela, que gira precisamente entorno a uno de esos templos sagrados que hay en el medio rural: el teleclub. Y Blanca hace de Silio un lugar imaginario donde a cualquiera de nosotros no nos disgustaría escoger como destino si alguna vez tenemos la tentación de huir sin saber a dónde.

Blanca es una vecina de Valencia de Don Juan si alguien decidiera escribir una novela ambientada allí, y fuera un personaje secundario, podría ser, mismamente, como Paloma, solo que además de a Maya la protagonista cuidaría también a las otras pequeñas Villamuza: Elisa y Vera. Pero Blanca siempre estaría ahí, como Alba, para echar una mano, para involucrarse desinteresadamente en cualquier actividad o “movida” que crea beneficiosa para sus vecinos, con la misma sonrisa y el mismo entusiasmo en cualquier estación del año.

Pues bien, voy concluyendo esta presentación, porque a quien hemos venido a escuchar es a ella, diciendo que Blanca pretende resolver el dilema de Caulfield, el protagonista de
El guardián entre el centeno, cuando se lamenta profundamente de la vida diciendo que menuda partida esta “si te toca del lado de los que cortan el bacalao desde luego que es una partida, lo reconozco, pero si te toca del otro lado no veo dónde está la partida”. Blanca nos muestra con la novela que tenemos que jugar nuestras cartas y si se da mal una mano, aplíquese la receta de Cervantes, “paciencia y barajar, ya vendrán cartas mejores” y nos enseña que en la partida de la vida hay que marca las nuestras porque el destino no es sino el fruto de nuestras decisiones y podemos construirlo para, usando sus propias palabras, “encontrar una recompensa tras otra”.

Hacia el interior, también nos cuenta la historia de amor o no de Alba y Arvid. Si el amor le dicen a Alba que es una montaña rusa, ¿llegará a ese instante, como canta La Maravillosa Orquesta del Alcohol, en que llega justo arriba y no antes, ni después? La respuesta, la encontrarán en este libro que les animo a leer."


Matallana de Valmadrigal, 19 de agosto de 2016

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